Desconexión brutal

 Me ha costado darme cuenta, me lo han dicho desde fuera porque de lo contrario ni me lo habría imaginado. Pero levanté la vista del suelo, o mejor dicho, bajé la vista del cielo y me di cuenta que no tenía norte al que ir. Que caminaba y caminaba en una espiral preciosa viendo el mismo paisaje una y otra vez desde una distancia distinta, pero no llegaba a ningún sitio. Mi meta no estaba marcada.

Así que pregunté... por un lado a las velas. Me siento muy fluida con ellas y realmente esperaba que, según me dijeron, las señales serían inequívocas. Así que encendí Sandalphon con mucha ilusión un día que pasaron muchas cosas. Llegué a escuchar cantar a la vela, era constante, de fondo. Si no hubiera percibido la posibilidad de que ocurriera, lo achacaría a música celestial que estuviera poniendo un vecino muy lejano de forma muy alta. Pero me permití creer que fuera posible que la vela cantara y me cantó, alto y claro. Sin parar... se volvió un poco pesado. De esto que te deja de gustar y te desquicia. Y cuando me permití creer que la voz que me decía "ser rica disfrutando de la vida" fuera de la vela... La música celestial dejó de sonar. Sentí paz, fue claro y conciso. Pero me esperaba señales más físicas e inequívocas.

También tuve sesión con mi ¿"guía espiritual"? (¿Me permitirá llamarle así?). La persona en quien confío mis turbulencias emocionales porque sabe encauzarlas a resultados productivos y beneficiosos.

Hubo una danza cruda y ruda sobre lo que quería arreglar sin estar roto. Me llevó a retortijones emocionales muy fuertes y a sentimientos muy turbios. Y la conclusión fue clara: estoy en crisis espiritual. Ni emocional, ni mental, ni terrenal... nada. El espíritu no tiene propósito y éste aparece.

Así que debo dejarle aparecer. Desde muchos sitios distintos se me dejó también muy claro que debía desconectarme. Y me desconecté... Dos días, el fin de semana, sin wifi ni datos, ni ordenador con el que conectarme. A propósito y con consciencia. No porque no pudiera, si no porque yo decidí no querer.

Lo único de lo que fui consciente es del mono que me produjo decidir no estar conectada a internet. Me sorprendió. Como en ocasiones anteriores, cuando no he podido, no ha supuesto un gran problema, pensaba que ahora habiendo decidido que pudiendo, no iba a querer, sería más fácil. No  me quiero imaginar si fuera de las que  no soportarían vivir sin el móvil en la mano... Pero ha sido curioso encontrarme con ese mono bestial y las mil excusas que encontraba para enchufarme un ratito (que no hice).

Me llevé un poco decepción cuando el lunes seguía sin rumbo claro. Supongo que mi declarada impaciencia no se elimina porque no haga lo que yo quiera en el tiempo que decido. Siento agradecimiento porque he conseguido trabajar la incertidumbre antes de la pandemia, que esa me mataba por dentro. Pero la impaciencia la tengo tan arraigada que no la veía. Yo me creía paciente... JA.

Yo me creo lo que quiero creerme y esa creencia no es la realidad. Necesito pisar más suelo, enterrarme en la tierra mientras sueño con volar... Porque lo que hago es volar mientras sueño con el suelo. Así lo único que consigo es estrellarme una y otra vez en contra de mis deseos. 

Con lo fiel que soy a mi creencia del equilibrio, lo único que no tengo bien establecido es el equilibrio entre Cielo y Tierra. Y esta mañana, mientras volvía a trabajar, el Ego no me dejaba escuchar correctamente la letra de esta canción que me sé de memoria. Me distraía con pensamientos sobre la comparación de los individuos y su forma de conducir los coches además de cómo son los coches y cómo deben conducirse. Una reflexión interesante e intensa, pero no era más que la distracción de un Ego herido porque se le dejó claro cristalino que la vida no es una carrera (aunque lo llamara "camino de la vida").



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