Cada vez hay más estudios que demuestran algo que se sabe desde hace milenios sobre la efectividad de las meditaciones en nuestro estado... físico, mental, emocional y energético. Quizás el energético no está tan estudiado porque la ciencia convencional no contempla su existencia... todavía. Pero lo que sí es cierto que cada vez se demuestra más beneficios en la ejecución de la meditación.
Hace poco ha venido una de las personas más escépticas que conozco a preguntarme una cosa de las meditaciones y ha reactivado algunos recuerdos que tengo sobre mis primeros intentos que quiero compartir. Empecé con la idea de meditar hace unos 15 años. Era algo que siempre tenía ahí, pendiente. Conocía a mucha gente que lo practicaba, pero no sabía cómo hacerlo.
Cuando les preguntaba, las indicaciones que me daban era: "Te quedas ahí, tranquila, controlando la respiración y no piensas en nada". Y ya está, así se medita. Lo intenté innumerables veces, pero no había forma. Volvía a preguntar y obtenía indicaciones parecidas de muchas personas distintas. Les preguntaba qué sentían y me decían que nada. Total, que acabé desistiendo porque no entendía ni el objetivo ni la manera de conseguir un estado meditativo. Lo único que conseguía era aumentar mi ansiedad, cuando ni siquiera tenía ansiedad y, teniendo presente que se supone que meditando se consigue lo contrario, yo no entendía nada.
Hace unos años (si no recuerdo mal unos 6 o 7) se cruzó en mi camino una aplicación de productividad para el móvil. Con estudios realizados se creó esta aplicación (que por entonces era gratuita) y te aseguraban buenos resultados para tu vida diaria. Lo cierto es que decidí ser disciplinada con la aplicación y era verdad, siguiendo las instrucciones, entendiendo las cartas que te salen donde te explican el estudio científico en el que se basan y marcando lo realizado conseguí resultados muy buenos en mi vida diaria. Yo me sentía más feliz, era capaz de realizar más tareas, la gente era más afable conmigo. Me sorprendió mucho.
Entre una de las tareas que te sugerían estaba la meditación diaria. Te facilitaban meditaciones guiadas de diferentes duraciones con varias opciones, tanto de tiempo como de objetivo. Y decidí realizarlas. Pues... eran meditaciones muy sencillas, pero muy efectivas. Conseguí entender el objetivo de las meditaciones y realizarlas también por mi cuenta. Entendí ese estado de "te quedas ahí, tranquila, controlando la respiración y no piensas en nada". A día de hoy, si me encontrara con una yo que me preguntara sobre cómo conseguirlo como lo era yo entonces, le diría: "la intención es estar presente en el AQUÍ Y AHORA de forma total, quitándote las cargas de la tensión diaria. Se utiliza la respiración como conductor para encontrar la presencialidad". ¿Esto lo habría entendido hace 15 años? No estoy segura, pero no me habría generado tanta ansiedad.
Aún así, lo cierto es que no era tan fácil para mí estar tan presente como me habría gustado. Yo notaba como que había diferencias entre lo que yo conseguía y lo que los demás tenían por objetivo. Con el tiempo también pude aprender que no es lo mismo que lo realice alguien con unas capacidades intelectuales a las personas con capacidades intelectuales diferentes. Lo cual hace de todo esto algo aún más apasionante.
Las meditaciones pueden adecuarse a las diferentes capacidades intelectuales teniendo presente el objetivo que se marca con ellas y la manera de realizarlas. Curiosamente, cuanto más capacidad intelectual es necesario un mayor ejercicio físico elevado para conseguir evitar la ansiedad que la meditación puede provocar antes de ejecutar la meditación.
Según algunos estudios, si la capacidad intelectual es alta, la meditación puede provocar ansiedad en lugar de quitarla porque la tendencia de esta capacidad es a reaccionar a cuantos más estímulos posibles. Al relajar la percepción de estos estímulos, el cerebro no gestiona correctamente la falta de éstos y puede provocar la necesidad de buscarlos. Cosa que con el ejercicio físico previo puede evitarse al haber tenido exceso de estímulos suficientes y teniendo que realizar un trabajo de recuperación física que permite concentrar los estímulos recibidos mediante la meditación.
Pasa lo contrario con las personas consideradas Altamente Sensibles, que también funcionan con una capacidad alta para la recepción de estímulos, pero éstas les suele sobrepasar. La meditación les permite gestionar el exceso de estímulos que reciben habitualmente, por tanto les ayuda a gestionar la ansiedad. Normalmente tienden también a tener una capacidad intelectual alta, pero gestionada de forma distinta por el cerebro.
Nada es mejor que otra opción. Las cosas son como son y hay que aprender a ser. De esta forma conseguiremos felicidad.
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